Después de la pasada
tarde/noche épica y, una mas necesaria quizás, que merecida ducha, caí a plomo
sobre la cama. Pocas energías me quedaban para entretenerme en hacerle ascos a
un hostal fifty-fifty entre mediocre y barato. Mañana sería otro día y, me entregué
a Morfeo con la certeza que me levantaría con mejor pie; al menos ya tenía
claro que Buri despertaría en el garaje correcto.
Después de un café con
leche proveniente de las mismísimas calderas del infierno y un pan convertido
en dos tostadas con tomate, aceite y jamón ibérico; todo por el ajustado precio
de 2 euros, cargué nuevamente a Buri y tomamos dirección Salamanca.
La idea era llegar sobre las 3 o 4 de la tarde. Esa ruta la planifiqué de
tantas formas diferentes en el GPS, que ya tenía hecha la picha un lío de por
donde me guiaría el aparato. El resultado final fue una etapa de carretera
nacional muy tranquila, bonita y divertida, con pequeñísimos tramos de
autopista intermedios y, uno final de mas kilómetros que me resultó un jodido
tostón pero que en mis adentros agradecí por restar kilómetros en menos tiempo
y llegar tal cual estimé al destino.
En Salamanca me
hospedaría en la residencia, de un recinto militar, a la que tenia acceso por
mi trabajo y, que previamente me habían concedido.
Si algo pretendía era que el viaje fuera cómodo pero económico. Había mirado
camping y al final fue una idea que deseché. Está claro que le daría un toque
mas campero al viaje pero a nadie le iba a importar y a mi me iba a destrozar
dormir en el suelo, así que busqué la opción con colchón mas barata.
Avisé a mi amigo José Ángel de que ya estaba por su tierra. Otra ducha (esta vez sí, merecida) y me
puse cómodo para salir de turisteo. José pasaría a buscarme en su coche así que
Buri podría descansar. Él es ese ejemplo positivo de las redes sociales. Nos
conocimos a través de Facebook y, consiguió que cambiara todos mis planes de
ruta y me reorganizara para compartir el primer domingo de mi viaje con él y su
grupo; Los Moteros Sin Prisa (MSP) o lo que es lo mismo, los Meseperos.
José se arrimó en el arcén y puso los 4 intermitentes. No le había preguntado
qué coche tenía y, reconozco que mientras corría hasta el pensé en mi don
inocente de liarla… – A que ahora voy y me subo en el coche de uno que
simplemente paró a hablar por el móvil, ¿te imaginas?.. «atropellamecamión».-.
Eché el ojo rápido y sí, era José, ¡bien! no cagarla hasta me alegraba.
Un hombre organizado; José tenia todo planificado para que disfrutara de cada lugar en su mejor
momento, con la luz mas idílica. Cuando empezamos la ruta fotográfica en el
embarcadero del río me llamó Koto, otro ciberamigo y motoaventurero; El venía
desde el País Vasco y comenzaría su aventura al igual que yo el lunes, e hizo
coincidir mi paso por esta ciudad con su visita y así también conocernos en
persona. El fue mas valiente que yo y sus hoteles fueron todos camping, así que
repetimos jugada y lo fuimos a buscar.
Con el equipo al
completo comenzamos la ruta turística. Salamanca no deja indiferente a nadie y
a todos enamora. Todo nos resultaba espectacular y con la luz del atardecer se
magnificaba aún mas ese color dorado de la piedra de sus monumentos. ¿Y en la
noche? En la noche además de tener un encanto muy especial comenzaba otra buena
característica de esta ciudad: Las tapas.
Salamanca está entre las 5 ciudades españolas mas relevantes en cuanto a la
costumbre del taperio.
Y muy apenado reconozco que me dejaron fuera de juego el Salmantino y el Vasco.
Lo del primero lo entiendo porque tiene cuerpo para acoger unas cuantas
raciones de tapas pero, ¿el vasco? ¡¿dónde coño metía Koto toda esa comida?! Da
igual, el grande y el delgado me dejaron en ridículo y no pude con las últimas
¡dos raciones!, ¡la madre que los parió, que dos!.
A mi favor diré que debía estar algo deshidratado porque la cerveza si que me
entraba…
Barriga llena, y
vejiga también, era hora de recogerse y descansar. Al día siguiente sería la
ruta mesepera y no se nos podían pegar las sábanas…
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