La ilusión de mi primer día de aventura en solitario se desvaneció de golpe, al mismo tiempo que mi estómago se encogía al tamaño de un puño. No podía creerlo, nada mas puse el contacto a Buri el panel de información del ordenador de abordo me alertaba de la falta de presión en el neumático delantero.
Se me acumulaban las preguntas y, las diferentes opciones de respuesta; -¿cómo había pinchado? ayer la había dejado perfectamente, ¿Dónde podía reparar el neumático? Joder si casi nunca se pincha la delantera, ¿en que momento ha pasado?, ¿La habrán desinflado? ayer cuando estacioné había chiquillos cerca, igual hicieron la ruindad. ¿Habrán entrado en mi blog?…-. Y entonces las repuestas se tornaron en nuevas preguntas en un bucle que, hasta el día de hoy, las posibles respuestas no quieren entrar de ningún modo en mi cabeza.
Una goma y, unas diarreas días posteriores cuando llegué a
Cáceres, dieron color a la aventura. Imagínate que llego a quedarme en
campings… atropellamecamion mejor no imaginar las connotaciones épicas que
podría haber alcanzado la aventura. Para todo estaría un viaje por continente
Africano… es que saco la versión audiovisual gore-escatológica de Diario de un
Nómada y lo peto.
Menudas tonterías se me pasan por la cabeza. Volvamos al
viaje.
Realmente fueron los aspectos negativos y hoy anecdóticos del viaje. Los grandes momentos, paisajes, lágrimas y gritos de felicidad dentro del casco, las sonrisas y la alegría abarcaron la práctica totalidad de kilómetros sobre Buri. La melancolía y las lágrimas menos, sobre todo a primera hora de la mañana, con los primeros rayos de sol, el cielo naranja y sonando en mi lista de Spotify «la vida es bella – de Noa», «libre – de Nino Bravo» o «que bonita la vida – de Dani Martín»… imposible resistirse al drama siendo todo tan idílico.
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